lunes, 24 de junio de 2013

Los aviones no tripulados no solo matan a criminales

 

MQ-9 Reaper Дрон США ВВС беспилотник  БПЛА военного назначения

Alrededor de a la una de la madrugada, un grupo de criminales camuflados de policías cercaron un campamento de alpinistas extranjeros, a los que saquearon y dieron muerte a diez de ellos, el 23 de junio, al pie de una montaña en Pakistán.

Ese mismo día, el cabecilla de la banda declaró: “Estos extranjeros son nuestros enemigos y con orgullo hemos asumido el asesinato de su muerte. Continuaremos perpetrando ataques similares”, apostillaba.
En 2012, esa misma banda asesinó a dieciocho peregrinos chiíes. Es verdad que, entonces, eran enemigos “por motivos religiosos”. Aunque más tarde se aclaró que los enemigos del robustecimiento de los lazos de Pakistán con Irán pagaron esa masacre.

La banda se hace llamar Jundallah, el “ejército de Dios”. Sus ataques responden ya sea a encargos políticos, o simplemente crímenes graves cometidos con alevosía. El primer atamán de esta banda Qasim Toori está siendo juzgado en Pakistán por terrorismo y por el cargo de apropiación ilícita de bienes de una persona en el momento de su defunción. En otras palabras, por asesinato con fines de saqueo.

En el norte de Pakistán abundan las bandas del tipo de Jundallah. Desde tiempos inmemoriales en esa región era posible, por una suma modesta, hacerse con una cáfila de asesinos. Reyes y espías, coterráneos y extranjeros contrataban a los belicosos montaraces. Es un tema aparte quién paga ahora, pero es necesario resolver de alguna manera el problema multisecular.

Es necesario, sobre todo, detectar a los criminales, pero las bandas de ese tipo se ocultan casi siempre en lugares del interior que resultan difíciles encontrar con métodos corrientes. ¿Será posible que no haya formas de meterlos en cintura? Las formas existen pero, como siempre, distan de gustar a todos.

Ellos sobrevuelan largo tiempo, lenta e imperceptiblemente los lugares sospechosos, una y otra vez, antes de propinarles el golpe mortal. En Pakistán, la CIA se encarga de estas operaciones; en Afganistán, las fuerzas especiales de la coalición y del ejército, a veces para el apoyo de las tropas atacadas por el enemigo. Estamos hablando de los drones, los aviones no tripulados MQ-1, Predator y MQ-9 Reaper. Cuentan que los que dirigían sus acciones han cometido muchos errores y que, en general, hay que prohibir su empleo. ¿Por qué?

En primer lugar, a causa de las víctimas entre la población civil que ocasionan. Desgraciadamente son demasiadas. Pero, nadie ha planteado oficialmente el asunto de manera distinta: ¿por qué prefieren siempre los bandidos ocultarse en puntos densamente poblados, detrás de las mujeres y los niños, a sabiendas de las posibles consecuencias?

Se han tomado ya medidas para una disminución de las víctimas. El año pasado, el entonces jefe de las tropas en Afganistán, el general John Allen, ordenó restringir los ataques de los drones en regiones de densa población. Según datos de la ONU, las muertes entre la población civil, provocadas por ataques aéreos se redujeron en un 42 %. 

En febrero de este año, después de que un ataque aéreo se cobrara la vida de diez civiles, además de cuatro jefes de campo, el presidente de Afganistán prohibió a sus tropas solicitar apoyo desde el aire a los aliados occidentales, en puntos lindantes con poblados. Eso fue válido también para los no aviones tripulados. ¿Qué más aún? ¿Prohibir completamente su empleo, y en lugar de los aparatos dirigidos por operadores desde Gran Bretaña y EEUU, desplegar “a la antigua” operaciones con tropas de carne y hueso? Cualquier militar responderá que las pérdidas, incluso de civiles, serán mayores, amén de que perecerán soldados y oficiales propios.

En Pakistán, como consecuencia de los ataques de drones han perecido, en los ocho años de su empleo, unas 3500 personas. Los civiles, que suman entre quinientos y novecientos, son muchos. Pero, ¿habrían sido muchos más si el ejército regular se hubiera entregado a la caza de los bandidos con su aviación y artillería pesada? Además, los tres mil y tantos extremistas eliminados ya no dispararán, nunca más, contra soldados norteamericanos ni paquistaníes.

Se afirma además que “no son acertados” los objetivos de los aviones no tripulados en Pakistán. Investigaciones de Reuters y de New America Foundations llegaban este año a conclusiones similares: los blancos “singularmente valiosos”, a saber cabecillas de Al Qaeda y de otras bandas son menos de cincuenta o un dos por ciento. Mientras que los “extremistas rasos” son, con mucha más frecuencia, los blancos de los drones. Por consiguiente se concluye que, en Pakistán, los aparatos no tripulados son empleados como un medio para eliminar personas, de las que se sospecha que van a disparar contra soldados de la coalición en Afganistán. ¿Es esto incorrecto?

Se cometen además errores. En Baziristán del Norte, en lugar de acabar con Badruddin Hakkani, el número dos de ese clan familiar, un dron asesinó a su hermano menor, a Mohamed. Los amigos contaban que este no se dedicaba al terrorismo, lo que es difícil de creer. La Inteligencia norteamericana, por el contrario, afirmaba que era un miembro activo de la clandestinidad criminal. De ser así, no fue mucho lo que se equivocaron. A propósito, un año y medio más tarde, la CIA encontró y dio muerte a Badruddin.

Los aparatos no tripulados pueden atacar también a los suyos. En Pakistán, en 2011, un dron segó la vida de Jude Kenan Mohamed, ciudadano estadounidense, miembro de un grupo islamista que en 2009 se disponía a atacar una base de la infantería de Marina de EEUU en Quantico, Virginia. Sus cómplices fueron arrestados, pero Jude Kenan se fue a Pakistán. Es cierto que la patria lo encontró allí también. Además de este, los drones castigaron a tres estadounidenses yihadistas en Afganistán y Yemen.

El 29 de mayo de este año, un dron asesinó a Waliur Rehman, el número dos en la jerarquía de la rama paquistaní de los talibanes. Su muerte significó un duro golpe a la banda, culpable de cientos de explosiones y de ataques en Pakistán. EEUU acusaba a Waliur de estar involucrado en el acto terrorista de un suicida en 2009, en el que perecieron siete norteamericanos que trabajaban para la CIA. Por su cabeza ofrecieron una recompensa de cinco millones de dólares. La cancillería de Pakistán reaccionó de manera predecible, al definir los ataques de los drones de contraproducentes y que atentan contra la soberanía del país. Pero, ¿cuáles serían las pérdidas de sus tropas y de civiles, si militares paquistaníes llevaran a cabo operaciones especiales para su arresto?

A pesar de las críticas, crece continuamente la cantidad de ataques de los drones. En Afganistán, en 2010 sumaron 278; en 2011, 294, y en 2012, 333. En Pakistán, en ocho años de cacería de terroristas, la CIA lanzó unos 360 ataques con drones. Los argumentos a favor es que no perecen personas, pues un avión no tripulado con una óptica potente tiene pocas posibilidades de errar en la elección de los blancos. Por lo demás, si un operador se equivoca, y da al dron la orden de lanzar un misil contra el “ejército de Dios”, Jundallah, pensamos que son pocos los que en este mundo lo van a considerar como un error.

© Fotо: ru.wikipedia.org

0 comentarios:

Publicar un comentario

 

Tecnology Militar Copyright © 2011 - 2012 - |- Template created by Leit0s - |- Powered by tecnologamilitar